Por David Schäfer
Foucault analiza cómo entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX se desarrolla una reforma y reorganización del sistema judicial y penal en distintos países de Europa y el mundo que dejará atrás lo se constituía como sociedad penal para dar paso a lo que se conocerá como sociedad disciplinaria.Una reelaboración teórica de la ley penal establecía que el crimen era una infracción al código penal y ya no una falta moral o religiosa. Una infracción a la ley se considerará, de ahora en más, un daño a la sociedad, una ruptura con la ley civil explícitamente establecida por un poder político. La ley representa lo que es útil para la sociedad[1] y reprime lo que es nocivo. Por lo tanto, el crimen es una perturbación, una ruptura con el conjunto de la sociedad y por ende exige una reparación para que jamás vuelva a repetirse.
Foucault analiza cómo entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX se desarrolla una reforma y reorganización del sistema judicial y penal en distintos países de Europa y el mundo que dejará atrás lo se constituía como sociedad penal para dar paso a lo que se conocerá como sociedad disciplinaria.Una reelaboración teórica de la ley penal establecía que el crimen era una infracción al código penal y ya no una falta moral o religiosa. Una infracción a la ley se considerará, de ahora en más, un daño a la sociedad, una ruptura con la ley civil explícitamente establecida por un poder político. La ley representa lo que es útil para la sociedad[1] y reprime lo que es nocivo. Por lo tanto, el crimen es una perturbación, una ruptura con el conjunto de la sociedad y por ende exige una reparación para que jamás vuelva a repetirse.
Comienza a
discutirse en torno a cómo debe ser reparado el daño causado. Los castigos que
se proponen son, principalmente, la deportación, el trabajo forzado, la
humillación pública (vergüenza) y la pena del Talión. Estas cuatro modalidades
fueron discutidas en el marco de la reelaboración del código penal francés que
entendía que toda infracción penal, era una infracción a una ley que representa
la utilidad pública. Este sistema de penalidades no llegó nunca a ponerse
totalmente en práctica a tal punto que es sustituido por otro sistema de
castigo, que hasta entonces no había ocupado un lugar destacado en las
discusiones, pero que termina por imponerse, la prisión.
La prisión
se impondrá como forma de castigo a comienzos del siglo XIX, al mismo tiempo
que la legislación penal se irá transformando, dejando atrás la idea de
utilidad social para concentrarse en el individuo. La definición a través de
una ley de lo que es nocivo para la sociedad no tendrá tanta importancia como
la idea del control sobre el comportamiento de los individuos. En este sentido
no resulta tan importante castigar un comportamiento que la ley entiende como
dañino para la sociedad sino que resulta mejor controlar el comportamiento de
los individuos para que la infracción no llegue a producirse.
Mientras la
sociedad penal hacía hincapié en el castigo de un comportamiento explícito que
violara la ley; la sociedad disciplinaria se ocupará de vigilar el
comportamiento de los individuos para conocer que son capaces de hacer y que
están dispuestos a hacer. El poder judicial tendrá a su alrededor una
gigantesca maquinaria de instituciones cuyo objetivo será vigilar y examinar a
los individuos a lo largo de su vida. El individuo será considerado por la
sociedad según sus virtualidades (por lo que virtualmente pueda hacer), es
decir, por su peligrosidad.
La sociedad
disciplinaría edificada sobre la base del control social se vale de distintas
instituciones como: la escuela, la fábrica, el hospital, etc. para la
vigilancia de la peligrosidad de los individuos. Nace el panotismo social,
metáfora del panóptico diseñado por Bentham, como forma de saber basado en el
examen de los individuos por alguien que ejerce un poder sobre ellos (maestro
de escuela, jefe de la fábrica, médico del hospital, etc.). A través de la
vigilancia permanente, se construye un saber sobre ellos que permite determinar
si se conducen como se debe, si se ajustan a las reglas, si progresan, etc.
Este saber-poder está organizado alrededor de la norma mediante el discurso,
que como una práctica regulada, establece lo que es normal y lo qué no, lo
correcto y lo incorrecto, lo que se debe y no se debe hacer, en efecto,
establece que es lo qué está permitido o prohibido decir (hacer) y quién lo dice (hace).
El discurso
para Foucault[2]
se encuentra en el orden de las leyes y reúne una serie de procedimientos
mediante los cuales se establecen líneas divisorias entre lo permitido y lo no
permitido, lo que puede ser dicho o pensado. Configura los objetos a los que
hace referencia, al mismo tiempo, que oculta su propia invención. El discurso
construye lo verdadero y lo falso en una sociedad.
El autor
define la verdad como:
“Un conjunto de procedimientos reglamentados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en circulación, y el funcionamiento de los enunciados. La «verdad» está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan. «Régimen» de la verdad.[3]”
El régimen
de la verdad se presenta como una relación circular entre la verdad y los
sistemas de poder que producen y la sostienen[4]. Está
compuesto por los discursos que una sociedad toma y hace funcionar como
verdaderos; los mecanismos e instancias que los distinguen de los falsos; las técnicas y procedimientos que son
valorizados para la obtención de la verdad; y el estatuto de aquellos
encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero. La verdad[5] no
esta emancipada de las relaciones de poder, al mismo tiempo, que éstas no
pueden disociarse ni funcionar sin una producción del discurso. A través de la
elaboración de un discurso verdadero se promueven efectos de poder.
El poder, desde esta perspectiva, es
analizado en sus extremidades, “donde se vuelve capilar”, por encima de las
reglas del derecho que lo organizan y delimitan, en sus formas e instituciones
más regionales. Donde su intención está encubierta por prácticas reales y
efectivas. El poder no es un recurso (un bien), no hay una división entre
quienes lo poseen y quienes sufren sus efectos, sino que es algo que circula,
que nunca esta localizado y transita transversalmente a través de los
individuos que ha constituido. Opera de los niveles más bajos, en forma
ascendente, en donde comienzan a funcionar los mecanismos de control y
exclusión. El poder se estudia en relación con la construcción de un saber
sobre alguien mediante instrumentos de acumulación de conocimiento, como, por
ejemplo, el archivo fotográfico.
[1] Útil, un proletario útil al capitalismo
[2]Foucault en “El
orden del discurso” dice que en la producción del discurso intervienen una
serie de procedimientos que tienen por función su control y delimitación. Estos
son: los sistemas de exclusión (lo prohibido, la separación y el rechazo de la
locura, la distinción entre lo verdadero y lo falso), los principios de clasificación, ordenación y
distribución (el comentario, el autor, las disciplinas) y las condiciones de
utilización (rituales del habla, las sociedades de discursos, los grupos
doctrinales y las adecuaciones sociales)
[3] Verdad y Poder.
Microfísica del poder.
[4] Ver. Tagg 122-123.
[5] La verdad en una sociedad está centrada en el discurso científico y en las instituciones que lo producen; esta sometida a una constante incitación económica y política (necesidad de verdad tanto para la producción económica como para el poder político); es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y consumo (circula en aparatos de educación o de información cuya exención es relativamente amplia en el cuerpo social pese a ciertas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero sí dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejercito, escritura, medios de comunicación); en fin, es el núcleo de la cuestión de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social (luchas «ideológicas»). Verdad y Poder. Microfísica del poder.
[5] La verdad en una sociedad está centrada en el discurso científico y en las instituciones que lo producen; esta sometida a una constante incitación económica y política (necesidad de verdad tanto para la producción económica como para el poder político); es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y consumo (circula en aparatos de educación o de información cuya exención es relativamente amplia en el cuerpo social pese a ciertas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero sí dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejercito, escritura, medios de comunicación); en fin, es el núcleo de la cuestión de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social (luchas «ideológicas»). Verdad y Poder. Microfísica del poder.
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