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La fotografía como enunciado performativo

Por Carolina Iparraguirre

David Green y Joanna Lowry, en “De lo presencial a lo performativo: nueva revisión de la indicialidad fotográfica”, trabajan en torno de la indicialidad fotográfica y buscan ampliar el concepto.
A la propuesta teórica que Roland Barthes desarrolla en La cámara lúcida: la imagen fotográfica entendida como una huella que establece una contigüidad física con la realidad fotografiada, suman otro modo de comprender las propiedades indiciales de la fotografía. Para ello, se remiten a la idea de gesto performativo, pues consideran que toda imagen señala hacia el acto fotográfico que le dio lugar.
 J. L. Austin, un estudioso de los discursos, en Cómo hacer cosas con palabras, estableció una diferencia entre las llamadas “frases constatativas” y las “frases performativas”. Las primeras remiten al mundo de manera “directa” y se les asigna valor de verdad por su cualidad descriptiva. Por ejemplo, al decir “El árbol está en el jardín” inmediatamente se considera que ese árbol existe y está allí y solo basta con ir a constatar su presencia. Las segundas, por su parte, son consideradas como acciones y, por tanto, pueden pensarse como “actos de habla”. Cada vez que se pronuncian, estas frases no solo “dicen”, sino que también “hacen”: piden, aseguran, ordenan, etc. Al emitir el enunciado “¿Podés cerrar la ventana, por favor?”, se está diciendo, preguntando y pidiendo a la vez. Con el paso de los años, el propio Austin extendió sus estudios al punto de considerar que toda frase es performativa, pues, aun cuando “El árbol está en el jardín” o “Hace frío” se presentan como enunciados constatativos, también implican acciones: asegurar o pedir (si en la situación comunicativa hay una ventana abierta, el segundo enunciado puede entenderse como la solicitud de que se la cierre).
Retomando esta teoría, Green y Lowry sostienen que a la imagen fotográfica se le atribuyó desde siempre un valor constatativo al considerarla “... un tipo de signo especial que parece describir o indicar un suceso y que, de un modo similar, está inscrito en un conjunto de ideas poderosas sobre su relación con la verdad y lo real” [2007: 54], es decir que su mera existencia ya establecía una constatación de que lo fotografiado había estado allí y, entonces, debía ser real. Sin embargo, se obvió el hecho de que también son enunciados performativos y, como tales, además de “decir”, “hacen”: aseguran, declaran, denuncian, etc.
Por lo tanto, las fotografías pueden ser entendidas como discursos en los que conviven dos formas de indicialidad: la huella física, que “dice”, remite al mundo y “constata” una relación con el referente, y la huella del gesto, que declara que el acto fotográfico ha tenido y tiene lugar. En esta última, dos temporalidades conviven: presente y pretérito, pues la imagen fotográfica señala hacia el pasado (“lo que ha sido” de Barthes) desde el ahora. Es decir que se logra “... invocar deícticamente lo real a través del acto de 'señalar' el suceso y, efectivamente, al declarar ser este el caso” [2007: 61]. Un deíctico, en lingüística, es la palabra que posee un significado ocasional, es decir, aquella que adquiere sentido en el contexto de enunciación. El término “aquí” solo logrará significar el espacio de enunciación. Si se está en la calle San Martín, el deíctico “aquí” remitirá a ese espacio. Si se está en el río Suquía, significará ese otro lugar. De esa manera, si se considera a la imagen fotográfica como un deíctico, siempre se estará señalando desde determinadas coordenadas espacio-temporales los sucesos representados y el gesto fotográfico que tuvieron y tienen lugar.

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