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La construcción de una verdad

Por David Schäfer
Los debates en torno al estatus epistemológico de la imagen fotográfica transitan a la par de las discusiones sobre la relación que mantiene la fotografía con la verdad. Nos situamos ahora, en el terreno las prácticas fotográficas donde la fotografía configura un orden para ver el mundo, fijando límites e imponiendo una manera de percibirlo, para indagar sobre la naturaleza de ese orden ¿Cómo se construye? ¿Qué estrategias se ponen en práctica? ¿Qué efectos produce? ¿Qué criterios operan en la construcción de una verdad?
John Tagg aporta algunas respuestas a esta problemática en su libro El Peso de la Representación publicado en ingles en 1988. En este trabajo investiga el papel que juega la fotografía como medio para la documentación de las personas en distintos ámbitos como la policía, las cárceles, los hospitales, los manicomios, las escuelas, etc. Observa desde la perspectiva de Michel Foucault cómo el conocimiento y el poder están implicados mutuamente y la manera en que esta relación se refleja en la fotografía. Por ejemplo, analiza el trabajo fotográfico del Doctor Thomas John Barnardo llevado a cabo entre 1874 y 1883 en su residencia para chicos indigentes en Londres.
El médico fotografía a los niños al ingreso y luego de recibir asistencia. Las imágenes muestran un elocuente cambio en la pose, los gestos, el vestuario, etc. y son exhibidas como evidencias de los beneficios del tratamiento aplicado. El Dr. Barnardo se vale de estos documentos para pedir fondos para la residencia. “Antes un pequeño vagabundo, ahora un pequeño trabajador” anuncia en las tarjetas que promocionan el centro.
Lo cierto es que el médico “potencia” el deterioro físico y psíquico de los recién llegados, rompiéndoles la ropa, presentándolos sucios, o en poses que para la época dejaban traslucir ciertas conductas; por este motivo es llevado a los tribunales donde se concluye que estas fotografías son sólo una “ficción artística”. Si bien las imágenes son indíciales y prueban que los niños han estado ante la cámara no pueden dar cuenta del verdadero estado en que se encontraban. El Dr. Barnardo opera a resguardo de la premisa de la fotografía como documento fiel para hacer de una ficción, una verdad.
En esas “zonas de penumbra entre la realidad y la ficción”, Joan Fontcuberta ubica su producción teórica y su obra artística. En su rol de investigador se destacar dos ensayos El Beso de Judas (1988) compuesto de una serie de artículos que problematizan la relación entre fotografía y verdad y La Cámara de Pandora (2010) donde aborda nuevamente el tema pero desde los cambios provocados por la llegada de la tecnología digital. En cuanto a su obra artística, se propone develar aquellos mecanismos que operan en la producción y difusión del conocimiento para lo cual crea falsos documentales que lejos de ser argumentos cerrados, ofrecen una puerta de acceso al interior de los discursos científicos y documentales. “¿Cómo desmantelar los procesos de producción y transmisión de conocimientos?” Se pregunta.
El proyecto Fauna nace como respuesta a este interrogante.  Se trata de un trabajo en conjunto con el escritor Pere Formiguera que da lugar a un libro y a una instalación, centrada en un bestiario fantástico, presentada en el Museu de Zoología de Barcelona en 1989. Fauna cuenta la historia del profesor Peter Ameisenhaufen quien dedicó su vida al estudio de extrañas especies y del que sólo se conocen datos parciales a la luz del encuentro fortuito de un viejo archivo. El relato es ficticio pero cuenta con datos históricos que lo enmarcan en el mundo real, al tiempo que, con gran sentido del humor e ironía, ofrece pistas para que el espectador se cuestione sobre la veracidad de los hechos. La fotografía es utilizada aquí como una prueba de verdad en el marco de un contexto (el museo y el modo de exhibición) que legítima su valor testimonial. 
Tanto en Fauna como en las fotos tomadas por el Dr. Barnardo la construcción de sentido es el punto más importante a discutir. Es decir, qué la “cosa haya estado ahí” importa menos que las afirmaciones que se hacen de ella. Jean-Marie Schaeffer (La Imagen precaria, 1990) explica que la fotografía significa a partir de determinaciones del lenguaje que están presentes en los distintos ámbitos de producción. La imagen fotográfica inserta en el discurso científico le sirve de prueba, otorgándole veracidad y exactitud. Al tiempo que el texto escrito que la acompaña se vale de la fotografía para hacer una construcción de la realidad sobre la base de una toma de posición ideológica inevitable. Esto tiene lugar en el marco de un “malentendido fatal”  que, según el autor, es el de creer que la fotografía por sí misma es capaz de “decir la verdad”.

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